REVISTA UNESUM-Ciencias Volumen 8, Número 1, 2024
especiales, justificándose con criterios de
caridad y beneficencia (Orellana Márquez,
2022). Sin embargo, estos centros se basa-
ban más en el enfoque de atención médica
como proveer salud, protección, alimenta-
ción y actividades lúdicas y muy pocas en
el ámbito pedagógico, para continuamente
funcionar como instituciones educativas en
cedes de grandes ciudades como Quito y
Guayaquil para personas ciegas y sordas.
Más tarde en la década de los 90 gracias a
la UNESCO (1994), que reconoce el término
de “niño o niña con necesidades especia-
les educativas” da apertura al enfoque de la
integración, en donde los estudiantes que
se incorporaban a las escuelas comunes
tuvieron que adaptarse y asimilar la ofer-
ta educativa disponible (currículo, valores,
normas, entre otros) independientemente
de su origen social y cultural, sus capacida-
des, su lengua o situaciones de vida.
El sistema educativo permanece inalterable
por lo que las acciones se centran más en
la atención individualizada de las necesi-
dades de los estudiantes sin cabida en la
oferta disponible (adaptaciones curricula-
res, apoyos especializados, otros), que en
modificar aquellos aspectos del contexto
educativo y de la enseñanza que limitan el
aprendizaje y participación de todos (Vice-
presidencia de la república del Ecuador,
2011).
Entonces la práctica docente de una mane-
ra empática también debe adaptarse a este
hecho, dado que los niños y niñas están
saliendo de su zona de confort a un nuevo
proceso, en donde necesitan sentirse segu-
ros y con confianza, llevando lo afectivo y
comprensivo. Por lo que “La formación de
docentes para la inclusión educativa tras-
ciende los programas de formación inicial
y amerita programas de formación continua
que privilegien el acompañamiento a las
prácticas docentes en contextos de vulne-
rabilidad social. Igualmente, requieren pro-
cesos de sistematización de experiencias
en aras de develar “lecciones aprendidas”
que puedan traducirse en recomendacio-
nes para la formación de docentes”. (Calvo,
2013).
De esta manera, Villón Tomalá & Valverde
Muñoz (2019) manifiestan que “La actual
Constitución de la República del Ecuador
instaurada en el 2008 posee un enfoque in-
clusivo y equitativo. Esto se evidencia, des-
de el reconocimiento de las personas con
discapacidad como grupos de atención
prioritaria y especializada en diferentes ám-
bitos (uno de ellos, con respecto a la edu-
cación de este grupo poblacional establece
lo siguiente: “Una educación que desarro-
lle sus potencialidades y habilidades para
su integración y participación en igualdad
de condiciones” referenciando a Asamblea
Nacional (2008). Así, se garantizará la edu-
cación de las personas con capacidades
diferentes dentro de la educación regular”.
Como todo cambio social, la inclusión atra-
vesó y atravesará diversas etapas hasta al-
canzarse plenamente, por eso, no se puede
decir que el movimiento integrador fuera del
todo negativo. El mismo, permitió salir de la
situación en que las escuelas regulares no
podían recibir a chicos diferentes, plantean-
do la necesidad de crear las condiciones
propicias para recibirlos. Por primera vez,
estas personas que se encontraban total-
mente excluidas del sistema escolar regu-
lar, encontraron una vía de acceso, un tanto
deficiente al inicio, pero un comienzo para
la inclusión (Molina Bernal, 2017).
El planteamiento de Escalante, Escalante,
Linzaga y Merlos (2008), respecto a que es
necesario que el docente conozca los hábitos
de estudio del estudiante con el fin de llevar-
lo al éxito académico, se hila con el trabajo
de Álvarez, Silió y Fernández (2012), quienes
destacan que la planificación, colaboración e
innovación son piezas claves para conseguir
una buena práctica educativa, pues a través
de ella se cuestiona y se provoca la confron-
tación del conocimiento implícito, explorando
las vivencias de los alumnos. (Gutiérrez &
Luna Denicia, 2018, p. 264)
ARTÍCULO ORIGINAL: UNA MIRADA A LA EDUCACIÓN INCLUSIVA DESDE LA PRÁCTICA DOCENTE